Quien indague por qué Casa de las Américas nos abrió
sus puertas para que cantáramos en febrero de 1968, debe saber que aquel ademán
solidario no salió del vacío, y menos porque abundaran noticias felices sobre
los jóvenes trovadores. Por entonces era habitual que nos precediera una
aureola de conflictivos, palabrita que solía usarse como sinónimo de “ten
cuidado con ese”. Quizá por ello, antes de la primera invitación a cantar, Haydeé Santamaría en
persona se reunió con nosotros y se informó de primera mano de nuestras
procedencias y correrías, así como de nuestra forma de entender temas
universales y del patio.
¿Qué determinó el interés inicial? Alguien dijo que
quien primero le habló a Haydeé de aquel grupo de trovadores fue Santiago Álvarez.
Lo creo, porque conocí bien a Santiago. ¿Cómo fue la comunicación inicial con
ella? Aunque parezca raro, en cierta medida por nuestro repertorio. Digo que
puede parecer extraño porque llegamos por un auspicio del Centro de la Canción
Protesta y nuestro arsenal no era pródigo en el tipo de canción que solía
clasificarse como tal. Es decir, cuando llegamos frente a Haydeé habíamos
escrito escasos temas sobre la guerra en Viet-Nam, la discriminación racial y
el antimperialismo.