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sábado, 28 de julio de 2012

Una carta lanzada al universo hace dos años.


Macondo, 28 de julio de 2010

La fecha de tu muerte pasó desapercibida por nuestros medios, busqué, miré y oí, pero varios trabajos en la radio y la prensa, no fueron suficientes ante tu recuerdo. Y no es que tu pueblo te haya olvidado, pero las circunstancias de tu muerte, aún son un prejuicio inentendible para aquellos que no son capaces de comprender la sensibilidad, esos que en aquellos tiempos hubieran prohibido los Beatles, las minifaldas y el movimiento hippie.
Hacen hoy ya 30 años desde aquel doloroso día de julio, pero tu pueblo, encrucijada, se reunió para rendirte homenaje, y sé que en la Casa de las Américas tampoco dejaron pasar por alto este día en que te marchaste para quedarte para siempre.
Siento repugnancia por aquellos que aún evitan estos temas, que no entienden el dolor en el alma, que no comprendieron que aquel día de julio de 1953 se murió una parte de tu vida.
Imagino cuánto dolor tenías acumulado en el pecho y cómo explotaba aquellos días de verano. Te imagino hablando con tus muertos, o tus vivos, con tu Abel, tu Boris, tu Frank, todos muertos en diferentes años, pero en el mismo mes maldito. Te imagino pensando en el Che y llorando por su ausencia.
Se que fueron años que te calcinaron el pecho poco a poco, como las balas que los mataron
He descubierto en ti un ejemplo de dureza, pero hasta el metal más duro es capaz de ablandarse.
Si tus hijos estuvieran, tal vez todo hubiera sido diferente. Celia nunca dejó que se te olvidara, pero tal parece que con la muerte de ellos, alguien resolvió romper el compromiso.
Te he visto últimamente en dramatizados de pocos minutos que aunque resaltan etapas de tu vida, no representan ni mínimamente la grandeza de tu ser, pero es un buen intento para acercarte al pueblo que te ama, y que sé que te entiende.
Leer lo que has escrito y lo que se ha escrito sobre ti, no inspira a nada más que a seguir leyendo, a buscar más, a saberte mas, a haberte conocido, todo es extremadamente bello, útil y puro, como los girasoles que tanto amaste.
Te imagino en el malecón habanero, esperando la guerra atómica, o simplemente pensando como protegerías el legado cultural de América contra todo intento de nombrarlo, antirrevolucionario.
Ahora nos haces falta, tal vez tu sensibilidad y tu manera de ver las cosas, no con esa ceguera que algunos niegan, harían que reconociéramos errores que vamos cometiendo y que a la larga solo destruyen la confianza.
Me hubiera gustado tanto conocerte, o al menos ser parte de aquella “retaguardia” artística que acogiste en tu seno y le diste un lugar en tu Casa, esos que aún hoy a 30 años de tu pérdida se reúnen alrededor del árbol de la vida a recordarte, a homenajearte.
Hoy solo hablaron de Melba, porque casualmente también es su cumpleaños, pero nadie quiso mencionarte por ese miedo a reconocer que cuando decidiste soltar esas cadenas que te ataban al dolor, fuiste tan o más valiente que aquellos duros momentos del Moncada y la prisión.
Yo espero que algún día la justicia tome tu nombre y la opinión prejuiciada de algunos sin mentes o “dementes” que no entienden que una bala no puede terminar el infinito, justo como tú dijiste sobre el Che.
Desde acá, una tierra que como toda Cuba, no se desprende de tu recuerdo, mi madre y yo nos acordamos este 28 de julio, para ser más sincera, nos acordamos siempre, y hacemos que los demás recuerden.
Un beso grande desde este vacío que nos dejaste, pero que para nada es soledad.

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