(12 de diciembre de 2012)
Era muy ocurrente y le gustaba bromear, incluso en
los momentos de mayor peligro. Cuentan que a su llegada a Santiago de
Cuba, en vísperas del asalto al Moncada, con dos
maletas llenas de armas como parte de su equipaje, un soldado del
régimen con aires de seductor se ofreció inmediatamente a llevarle las
valijas. Eran estas tan pesadas, que el uniformado pasó trabajo para
trasladarlas. “¿Qué llevas, dinamita?”. Ella le contestó con una
sonrisa: “Libros. Acabo de graduarme y voy a ejercer en Santiago.
Aprovecharé el carnaval para divertirme un poco después de los
estudios. Usted sería un buen compañero para divertirme en el carnaval”.
El soldado sonrió amistoso y le señaló dónde debían encontrarse
después.
Descendieron juntos al andén. Abel Santamaría
y Renato Guitart aguardaban en la terminal. Haydée se acercó a ellos
para decirles: “Esa es la maleta”. Y añadió, señalando al soldado: “Es
un compañero de viaje”. Luego se dirigió a este último: “Son dos amigos
que vienen a esperarme”.
Luego, ya en la granjita de Siboney, uno de
los muchachos le hacía chistes a Boris: “Ten cuidado con Yeyé que tiene
una cita con un soldado de la dictadura”. Y todos se echaban a reír.
La joven Yeyé
Haydée Santamaría Cuadrado
nació el 30 de diciembre de 1922, en el entonces central Constancia,
hoy Abel Santamaría, en Encrucijada, municipio perteneciente a la
actual provincia de Villa Clara. Era la primogénita del matrimonio de
Benigno Santamaría y Joaquina Cuadrado, inmigrantes españoles. Después
de Yeyé, como la llamaban cariñosamente en la casa, nacieron Aida,
Aldo, Abel (futuro segundo jefe en las acciones del 26 de julio de 1953)
y Ada.
Según relatara años después Aldo, el mayor
de los varones, “nuestros padres eran gente bastante especial, de esos
que tienen en la casa una disciplina estricta. Había que estar a las
doce en punto para almorzar, cada uno tenía su puesto y mi padre era el
que dirigía la mesa […] En general lo compartíamos todo. Lo de
nosotros era un clan, yo diría que no directamente en contra de
nuestros padres, pero sí en defensa de nosotros mismos”.
Desde muy joven Haydée se sensibilizó con los problemas sociales que asolaban a Cuba. Junto con Abel, ingresó en las filas de la Juventud Ortodoxa. Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, colaboró con su hermano y otros revolucionarios en la edición de los periódicos clandestinos Son los mismos y El Acusador.
Después de contactar con Fidel Castro, con quien los dos Santamaría
coincidían ideológicamente al considerar que aquel momento de la
historia de Cuba era revolucionario y no político, el apartamento de 25 y
O en La Habana se convirtió en centro del naciente movimiento
revolucionario.
Participó en las acciones del 26 de julio de
1953 y a las órdenes de Abel ocupó junto con otros combatientes el
Hospital Civil Saturnino Lora, con el objetivo de apoyar a los
asaltantes del cuartel Moncada. Hecha prisionera por el ejército
batistiano, para quebrar su entereza le dijeron que su novio (Boris
Luis Santa Coloma) y su hermano Abel habían sido torturados y
asesinados, le mostraron un ojo y restos de genitales. Pero no pudieron
sacarle información alguna. Cuando la llevaron a juicio, denunció los
crímenes cometidos por la tiranía, emplazó a los que pretendían ser
jueces: “Salí del Hospital Civil con 25 compañeros y aquí hay solo dos,
faltan 23. Ustedes que son la justicia, digan dónde están”.
En su alegato, La historia me absolverá,
Fidel, al aludir al gesto de Haydée, expresaría: “Nunca fue puesto en
un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana”.
Prisión
Junto con Melba, tras las horas horribles en las
mazmorras del cuartel Moncada y la angustiosa incertidumbre padecida en
el Vivac santiaguero, mientras no sabían si Fidel vivía, fueron
trasladadas a la prisión de Boniato. Allí, recordaría más tarde, “sí
había una combatividad, porque había un objetivo, estaba el juicio, la
preparación del juicio, la Marcha del 26 de Julio, que se sacó allí
mismo […], esos dos meses en Boniato fueron magníficos, maravillosos,
tremendos, de combate contra la tiranía”.
La dictadura confinó a las dos heroínas
en la cárcel de mujeres de Guanajay. “Estar tirada en una cama,
leyendo. No podíamos hacer nada más. Estábamos solas, no había más
presas políticas... Guanajay fue terrible por la quietud, por el no
hacer nada, por el no poder hacer nada”.
Liberadas el 20 de febrero de 1954, al cumplir la
sanción judicial, familiares y compañeros de lucha se reunieron ante la
puerta de la prisión. “¿Y ahora, qué?”, les preguntó una reportera de BOHEMIA.
“Empezar de nuevo, tenemos una deuda con nuestros hermanos muertos”,
respondió Yeyé. Centavo a centavo, peso a peso, junto con un
valiosísimo grupo de patriotas lograron imprimir más de 10 mil
ejemplares de La historia me absolverá, los cuales fueron
repartidos por toda Cuba en un auto alquilado. Años después relataría
Haydée: “Y seguimos luchando hasta que salieron nuestros compañeros de
Isla de Pinos y salió Fidel... Y fue vivir otra vez, fue luchar otra
vez, fue la acción otra vez, fue otra vez la vida”.
Haydée en la memoria
BOHEMIA le abrió sus páginas, antes y después de 1959, para que expusiera su criterio y defendiera a la Revolución |
“Más de una vez me han preguntado cómo era
Haydée, ¿alegre o triste? Para mí, las dos cosas. La conocí severa y
profundamente triste durante el juicio del Moncada. Y la conocí muy
alegre, como también la veía el Che,
esperando un año nuevo. La constante de su personalidad era, para mí,
su agudeza e ingenio impresionante y la generosidad sin límites. Amaba a
su familia y valoraba la amistad cultivándola con preciosismo siempre
que no se contradijera, ni un ápice, con la lealtad a la Revolución y a
Fidel”. (Marta Rojas, periodista).
Combatiente de la Sierra y el llano
Al fundarse el Movimiento 26 de Julio,
Haydée desempeñó, ya en la clandestinidad, un papel decisivo en la
reagrupación de las fuerzas revolucionarias para la lucha armada.
Participó en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, organizado y dirigido por Frank País. En compañía de este y otros miembros de la Dirección Nacional del M-26-7 marchó a la Sierra en febrero de 1957 para coordinar el apoyo desde el llano, y conducir al periodista de The New York Times, Herbert Matthews,
a presencia de Fidel para que realizara la célebre entrevista que
echaría por tierra la propagada batistiana basada en la supuesta muerte
del jefe guerrillero.
Por orientaciones de Fidel partió al exilio,
como delegada del Movimiento 26 de Julio en el exterior, con el fin de
aglutinar las fuerzas de la emigración y organizar expediciones para
abastecer de armas al Ejército Rebelde.
En primer plano
“[…] La transformación después del Moncada
fue total. Se siguió siendo aquella misma persona, pudimos seguir
siendo aquella misma persona que fue llena de pasión [sic], y pudimos,
se pudo seguir siendo una apasionada. Pero la transformación fue
grande, fue tanta que si allí no nos hubiéramos hecho una serie de
planteamientos hubiera sido difícil seguir viviendo o por lo menos
seguir siendo normales.
“Allí se nos reveló muy claramente que el
problema no era cambiar un hombre, que el problema era cambiar el
sistema; pero también que si no hubiéramos ido allí para cambiar a un
hombre, tal vez no se hubiera cambiado un sistema […]”. (Haydée,
conversatorio con jóvenes en la Universidad de La Habana, 13 de julio
de 1967).
La Casa de Haydée
Ya con la Revolución en el poder, trabajó
durante un corto tiempo en el Ministerio de Educación. Fidel le confió
entonces la misión de fundar en 1959 una institución cultural que sería
emblema entre los intelectuales y críticos de todo el orbe: la Casa de
las Américas.
Según Marta Rojas, “un inventario de las acciones
revolucionarias de Haydée Santamaría sería tan emocionante como
extenso. Habría que hablar, en primer lugar, de voluntad, destreza,
sabiduría y profunda convicción latinoamericanista y universal que
desplegó en la Casa de las Américas,
un centro que acogería y atraería a los intelectuales y artistas más
importantes del continente y a los que surgían ‘de la nada’, decía
ella, y a cubanos del más alto nivel intelectual, como Alejo Carpentier,
quien dijo que Haydée no solo lo había conmovido con la palabra, sino
que su inteligencia e ideas eran prodigiosas”.
Además de escritores Haydée aunó en su Casa a
trovadores. Para Silvio Rodríguez, “fue una gran maestra, una gran
madre cariñosa, inteligente. Y algo que le agradezco mucho es haberme
hablado de los héroes legendarios como seres humanos y no como mitos,
porque eso me hizo dar cuenta de que eran personas como uno mismo, con
actitudes que se podían imitar, y que sus ejemplos no eran cosas de
dioses inaccesibles, sino de conducta humana, pero conducta posible
para quien se lo propusiera y fuera capaz”.
Haydée Santamaría falleció el 28 de julio de
1980. Mario Benedetti solía afirmar de ella: “”No era escritora ni
pintora, ni música ni actriz, pero tenía una extraña sensibilidad para
captar el arte y disfrutarlo. Pocos seres he conocido tan preocupados
como ella por ser justos. Su confianza en el hombre era infinita, y
siempre se resistía de juzgar de manera primaria al ser humano”.
Fuentes consultadas
Los libros Haydée habla del Moncada, de Haydée Santamaría; Y lo hermoso nos cuesta la vida, de Marta Rojas y Sara Más. Los textos periodísticos Relato de Haydée (Bohemia, 20 de julio de 1962), La Haydée que yo conocí, de Marta Rojas (La Jiribilla, julio-agosto 2010); Haydée Santamaría, de Silvio Rodríguez (Ahora, 5 de febrero de 1989). Testimonios de Celia Hart Santamaría ofrecidos al autor de este trabajo.
Los libros Haydée habla del Moncada, de Haydée Santamaría; Y lo hermoso nos cuesta la vida, de Marta Rojas y Sara Más. Los textos periodísticos Relato de Haydée (Bohemia, 20 de julio de 1962), La Haydée que yo conocí, de Marta Rojas (La Jiribilla, julio-agosto 2010); Haydée Santamaría, de Silvio Rodríguez (Ahora, 5 de febrero de 1989). Testimonios de Celia Hart Santamaría ofrecidos al autor de este trabajo.
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