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jueves, 13 de diciembre de 2012

HAYDÉE SANTAMARÍA CUADRADO Sensibilidad y pasión hechos mujer

Como dijera una colega, un inventario de las acciones revolucionarias de esta heroína sería tan emocionante como extenso
Por: PEDRO ANTONIO GARCÍA
Fotos: Archivo de BOHEMIA
(12 de diciembre de 2012)
Era muy ocurrente y le gustaba bromear, incluso en los momentos de mayor peligro. Cuentan que a su llegada a Santiago de Cuba, en vísperas del asalto al Moncada, con dos maletas llenas de armas como parte de su equipaje, un soldado del régimen con aires de seductor se ofreció inmediatamente a llevarle las valijas. Eran estas tan pesadas, que el uniformado pasó trabajo para trasladarlas. “¿Qué llevas, dinamita?”. Ella le contestó con una sonrisa: “Libros. Acabo de graduarme y voy a ejercer en Santiago. Aprovecharé el carnaval para divertirme un poco después de los estudios. Usted sería un buen compañero para divertirme en el carnaval”. El soldado sonrió amistoso y le señaló dónde debían encontrarse después.
Descendieron juntos al andén. Abel Santamaría y Renato Guitart aguardaban en la terminal. Haydée se acercó a ellos para decirles: “Esa es la maleta”. Y añadió, señalando al soldado: “Es un compañero de viaje”. Luego se dirigió a este último: “Son dos amigos que vienen a esperarme”.
Luego, ya en la granjita de Siboney, uno de los muchachos le hacía chistes a Boris: “Ten cuidado con Yeyé que tiene una cita con un soldado de la dictadura”. Y todos se echaban a reír.
La joven Yeyé
Haydée Santamaría Cuadrado nació el 30 de diciembre de 1922, en el entonces central Constancia, hoy Abel Santamaría, en Encrucijada, municipio perteneciente a la actual provincia de Villa Clara. Era la primogénita del matrimonio de Benigno Santamaría y Joaquina Cuadrado, inmigrantes españoles. Después de Yeyé, como la llamaban cariñosamente en la casa, nacieron Aida, Aldo, Abel (futuro segundo jefe en las acciones del 26 de julio de 1953) y Ada.
Según relatara años después Aldo, el mayor de los varones, “nuestros padres eran gente bastante especial, de esos que tienen en la casa una disciplina estricta. Había que estar a las doce en punto para almorzar, cada uno tenía su puesto y mi padre era el que dirigía la mesa […] En general lo compartíamos todo. Lo de nosotros era un clan, yo diría que no directamente en contra de nuestros padres, pero sí en defensa de nosotros mismos”.
Desde muy joven Haydée se sensibilizó con los problemas sociales que asolaban a Cuba. Junto con Abel, ingresó en las filas de la Juventud Ortodoxa. Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, colaboró con su hermano y otros revolucionarios en la edición de los periódicos clandestinos Son los mismos y El Acusador. Después de contactar con Fidel Castro, con quien los dos Santamaría coincidían ideológicamente al considerar que aquel momento de la historia de Cuba era revolucionario y no político, el apartamento de 25 y O en La Habana se convirtió en centro del naciente movimiento revolucionario.
Participó en las acciones del 26 de julio de 1953 y a las órdenes de Abel ocupó junto con otros combatientes el Hospital Civil Saturnino Lora, con el objetivo de apoyar a los asaltantes del cuartel Moncada. Hecha prisionera por el ejército batistiano, para quebrar su entereza le dijeron que su novio (Boris Luis Santa Coloma) y su hermano Abel habían sido torturados y asesinados, le mostraron un ojo y restos de genitales. Pero no pudieron sacarle información alguna. Cuando la llevaron a juicio, denunció los crímenes cometidos por la tiranía, emplazó a los que pretendían ser jueces: “Salí del Hospital Civil con 25 compañeros y aquí hay solo dos, faltan 23. Ustedes que son la justicia, digan dónde están”.
En su alegato, La historia me absolverá, Fidel, al aludir al gesto de Haydée, expresaría: “Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana”.
Prisión
Junto con Melba, tras las horas horribles en las mazmorras del cuartel Moncada y la angustiosa incertidumbre padecida en el Vivac santiaguero, mientras no sabían si Fidel vivía, fueron trasladadas a la prisión de Boniato. Allí, recordaría más tarde, “sí había una combatividad, porque había un objetivo, estaba el juicio, la preparación del juicio, la Marcha del 26 de Julio, que se sacó allí mismo […], esos dos meses en Boniato fueron magníficos, maravillosos, tremendos, de combate contra la tiranía”.
La dictadura confinó a las dos heroínas en la cárcel de mujeres de Guanajay. “Estar tirada en una cama, leyendo. No podíamos hacer nada más. Estábamos solas, no había más presas políticas... Guanajay fue terrible por la quietud, por el no hacer nada, por el no poder hacer nada”. 
Liberadas el 20 de febrero de 1954, al cumplir la sanción judicial, familiares y compañeros de lucha se reunieron ante la puerta de la prisión. “¿Y ahora, qué?”, les preguntó una reportera de BOHEMIA. “Empezar de nuevo, tenemos una deuda con nuestros hermanos muertos”, respondió Yeyé. Centavo a centavo, peso a peso, junto con un valiosísimo grupo de patriotas lograron imprimir más de 10 mil ejemplares de La historia me absolverá, los cuales fueron repartidos por toda Cuba en un auto alquilado. Años después relataría Haydée: “Y seguimos luchando hasta que salieron nuestros compañeros de Isla de Pinos y salió Fidel... Y fue vivir otra vez, fue luchar otra vez, fue la acción otra vez, fue otra vez la vida”.
Haydée en la memoria
BOHEMIA le abrió sus páginas, antes y después de
1959, para que expusiera su criterio y defendiera
a la Revolución
“Más de una vez me han preguntado cómo era Haydée, ¿alegre o triste? Para mí, las dos cosas. La conocí severa y profundamente triste durante el juicio del Moncada. Y la conocí muy alegre, como también la veía el Che, esperando un año nuevo. La constante de su personalidad era, para mí, su agudeza e ingenio impresionante y la generosidad sin límites. Amaba a su familia y valoraba la amistad cultivándola con preciosismo siempre que no se contradijera, ni un ápice, con la lealtad a la Revolución y a Fidel”. (Marta Rojas, periodista).
Combatiente de la Sierra y el llano
Al fundarse el Movimiento 26 de Julio, Haydée desempeñó, ya en la clandestinidad, un papel decisivo en la reagrupación de las fuerzas revolucionarias para la lucha armada. Participó en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, organizado y dirigido por Frank País. En compañía de este y otros miembros de la Dirección Nacional del M-26-7 marchó a la Sierra en febrero de 1957 para coordinar el apoyo desde el llano, y conducir al periodista de The New York Times, Herbert Matthews, a presencia de Fidel para que realizara la célebre entrevista que echaría por tierra la propagada batistiana basada en la supuesta muerte del jefe guerrillero.
Por orientaciones de Fidel partió al exilio, como delegada del Movimiento 26 de Julio en el exterior, con el fin de aglutinar las fuerzas de la emigración y organizar expediciones para abastecer de armas al Ejército Rebelde.
En primer plano
“[…]  La transformación después del Moncada fue total. Se siguió siendo aquella misma persona, pudimos seguir siendo aquella misma persona que fue llena de pasión [sic], y pudimos, se pudo seguir siendo una apasionada. Pero la transformación fue grande, fue tanta que si allí no nos hubiéramos hecho una serie de planteamientos hubiera sido difícil seguir viviendo o por lo menos seguir siendo normales.
“Allí se nos reveló muy claramente que el problema no era cambiar un hombre, que el problema era cambiar el sistema; pero también que si no hubiéramos ido allí para cambiar a un hombre, tal vez no se hubiera cambiado un sistema […]”. (Haydée, conversatorio con jóvenes en la Universidad de La Habana, 13 de julio de 1967).
La Casa de Haydée
Ya con la Revolución en el poder, trabajó durante un corto tiempo en el Ministerio de Educación. Fidel le confió entonces la misión de fundar en 1959 una institución cultural que sería emblema entre los intelectuales y críticos de todo el orbe: la Casa de las Américas.
Según Marta Rojas, “un inventario de las acciones revolucionarias de Haydée Santamaría sería tan emocionante como extenso. Habría que hablar, en primer lugar, de voluntad, destreza, sabiduría y profunda convicción latinoamericanista y universal que desplegó en la Casa de las Américas, un centro que acogería y atraería a los intelectuales y artistas más importantes del continente y a los que surgían ‘de la nada’, decía ella, y a cubanos del más alto nivel intelectual, como Alejo Carpentier, quien dijo que Haydée no solo lo había conmovido con la palabra, sino que su inteligencia e ideas eran prodigiosas”.
Además de escritores Haydée aunó en su Casa a trovadores. Para Silvio Rodríguez, “fue una gran maestra, una gran madre cariñosa, inteligente. Y algo que le agradezco mucho es haberme hablado de los héroes legendarios como seres humanos y no como mitos, porque eso me hizo dar cuenta de que eran personas como uno mismo, con actitudes que se podían imitar, y que sus ejemplos no eran cosas de dioses inaccesibles, sino de conducta humana, pero conducta posible para quien se lo propusiera y fuera capaz”.
Haydée Santamaría falleció el 28 de julio de 1980. Mario Benedetti solía afirmar de ella: “”No  era escritora ni pintora, ni música ni actriz, pero tenía una extraña sensibilidad para captar el arte y disfrutarlo. Pocos seres he conocido tan preocupados como ella por ser justos. Su confianza en el hombre era infinita, y siempre se resistía de juzgar de manera primaria al ser humano”.
Fuentes consultadas
Los libros Haydée habla del Moncada, de Haydée Santamaría; Y lo hermoso nos cuesta la vida, de Marta Rojas y Sara Más. Los textos periodísticos Relato de Haydée (Bohemia, 20 de julio de 1962), La Haydée que yo conocí, de Marta Rojas (La Jiribilla, julio-agosto 2010); Haydée Santamaría, de Silvio Rodríguez (Ahora, 5 de febrero de 1989). Testimonios de Celia Hart Santamaría ofrecidos al autor de este trabajo.





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