Cuenta Haydée Santamaría, que su hermano Abel, escuchaba con
identificación las arengas de Jesús Menéndez en el central Constancia, allá por
los años 40 del siglo pasado.
Tal vez, esos discursos formaron parte de la conciencia
revolucionaria formada en “El Polaco”, (así le decían a Abel por su pelo rubio
y ojos azules) desde sus años jóvenes.
Nacidos en ese municipio de Villa Clara, los tres
trascendieron en el tiempo y en la historia cubana.
Jesús Menéndez, el negro defensor de los azucareros, cuyo
natalicio llega hoy a su centenario, estuvo también en mi tierra tunera, pero
en Chaparra, (hogar de mi abuela paterna), allá por 1941 donde intentó entrar
al central, pero no lo dejaron.
Ya era en ese entonces “el General de las Cañas” y advertía
el triunfo que no llegó a ver, pero que sucedió. Dijo: “Algún día entraremos
por esas puertas como dueños”.
Fue el sueño cumplido de Jesús, Haydée y Abel, el sueño que
por suerte, me legaron.
Años más tarde otro cubano que tenía de negro, de blanco,….
de cubano, escribió estos versos.
Entonces llegará,
General de las Cañas, con su sable
hecho de un gran relámpago bruñido;
entonces llegará,
jinete en un caballo de agua y humo,
lenta sonrisa en el saludo lento,
entonces llegará para decir,
Jesús, para decir:
—He vuelto, no temáis.
Para decir:
—Mirad, he aquí el azúcar ya sin lágrimas.
Para decir:
—Fue largo el viaje y áspero el camino.
Creció un árbol con sangre de mi herida.
Canta desde él un pájaro a la vida.
La mañana se anuncia con un trino.
General de las Cañas, con su sable
hecho de un gran relámpago bruñido;
entonces llegará,
jinete en un caballo de agua y humo,
lenta sonrisa en el saludo lento,
entonces llegará para decir,
Jesús, para decir:
—He vuelto, no temáis.
Para decir:
—Mirad, he aquí el azúcar ya sin lágrimas.
Para decir:
—Fue largo el viaje y áspero el camino.
Creció un árbol con sangre de mi herida.
Canta desde él un pájaro a la vida.
La mañana se anuncia con un trino.
Y ciertamente el General de las cañas llegó.
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