Esta los llevaría a
trazar juntos los planes del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de
Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, ocurridos el 26 de julio de 1953.
Abel era un joven
de extraordinaria visión política, inagotable optimismo y lector infatigable,
cualidades que comenzó a forjar desde la adolescencia en su natal Encrucijada.
Con el tiempo, sería quien con más celo y firmeza seguiría las orientaciones de
Fidel.
Cuando el ejército
de la tiranía ocupó la granjita Siboney, tras los sucesos del Moncada, encontró
un volumen de las obras escogidas de Lenin; el libro tenía la firma de Abel.
Había leído también a Marx y Engels; así como realizó el profundo estudio de la
obra de José Martí.
Eso le permitió
comprender la realidad y encontrar el camino que llevaría a su generación a
conquistar la victoria y con ella el porvenir, una vez que se decidiera a
seguir a Fidel en ese empeño.
“Basta ya de
pronunciamientos estériles sin objetivo determinado, escribió en carta abierta
publicada en la prensa antes del asalto al Moncada. Una revolución no se hace
en un día, pero se comienza en un segundo. Hora es ya. Todo está de nuestra
parte".
“En mi casa
-relató su hermana Haydée Santamaría- se discutía mucho. Abel y Fidel exponían
el ideario martiano, el Manifiesto de Montecristi, los Estatutos del Partido de
Martí. Abel exigía a cada compañero ser profundamente martiano y muchas veces
le oí decir que estudiando a Martí profundamente ninguna persona tendría
dificultad para encontrar el verdadero camino".
Abel era “el alma
del Movimiento” que inició la lucha armada. Así lo calificó Fidel en la
granjita Siboney momentos antes de partir hacia el Moncada, cuando el joven
revolucionario reclamaba para sí el lugar de mayor peligro en el asalto a la
fortaleza.
Cuando falló la
toma por sorpresa del Moncada, y desde el hospital civil santiaguero, Abel se
dio cuenta, tuvo la seguridad de que no viviría. Entonces se volvió hacia
Haydée, y le dijo: “Bueno, aquí nos van matar, pero oigan bien, Fidel es el que
no puede morir, Fidel no puede morir”, reiteraba una y otra vez
Su identificación
con el jefe del asalto era plena, hasta tal punto, que horas antes de partir
para atacar la fortaleza, Fidel hizo pública ante los futuros combatientes la
designación de Abel para que lo sustituyera como jefe del Movimiento, si él
moría en la acción.
Fidel dio muestras
en reiteradas ocasiones de sentir gran admiración y respeto el joven
revolucionario. Ante la absurda acusación por parte del fiscal durante el
juicio por la causa 37, Fidel respondió indignado: “Esa es una calumnia infame;
la memoria de Abel Santamaría no la pueden manchar, había que conocerlo. Abel
era el más valiente, el más recto; era honesto, no puede pensarse nada
deshonroso de su persona; quieren manchar su recuerdo, después que se ensañaron
con él (…)”.
Hoy, cuando se han
cumplido los sueños de aquellos jóvenes, se hace más vigente el ejemplo de
lealtad y entereza de Abel y su sentencia de que: “Una revolución no se hace en
un día (…) ¡Adelante!" tal como respondió poco antes del golpe de estado
de Batista.
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