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miércoles, 7 de agosto de 2013

Abel Santamaría: el alma del movimiento 26 de Julio


Por Ángel Rodríguez Álvarez

    Desde el momento en que Fidel y Abel se conocieron, el primero de mayo de 1952 ante la tumba de Carlos Rodríguez - obrero asesinado por la tiranía-, lograron una plena identificación ideológica.
  Esta los llevaría a trazar juntos los planes del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, ocurridos el 26 de julio de 1953.
   Abel era un joven de extraordinaria visión política, inagotable optimismo y lector infatigable, cualidades que comenzó a forjar desde la adolescencia en su natal Encrucijada. Con el tiempo, sería quien con más celo y firmeza seguiría las orientaciones de Fidel.

   Cuando el ejército de la tiranía ocupó la granjita Siboney, tras los sucesos del Moncada, encontró un volumen de las obras escogidas de Lenin; el libro tenía la firma de Abel. Había leído también a Marx y Engels; así como realizó el profundo estudio de la obra de José Martí.
   Eso le permitió comprender la realidad y encontrar el camino que llevaría a su generación a conquistar la victoria y con ella el porvenir, una vez que se decidiera a seguir a Fidel en ese empeño.
    “Basta ya de pronunciamientos estériles sin objetivo determinado, escribió en carta abierta publicada en la prensa antes del asalto al Moncada. Una revolución no se hace en un día, pero se comienza en un segundo. Hora es ya. Todo está de nuestra parte".
    “En mi casa -relató su hermana Haydée Santamaría- se discutía mucho. Abel y Fidel exponían el ideario martiano, el Manifiesto de Montecristi, los Estatutos del Partido de Martí. Abel exigía a cada compañero ser profundamente martiano y muchas veces le oí decir que estudiando a Martí profundamente ninguna persona tendría dificultad para encontrar el verdadero camino".
   Abel era “el alma del Movimiento” que inició la lucha armada. Así lo calificó Fidel en la granjita Siboney momentos antes de partir hacia el Moncada, cuando el joven revolucionario reclamaba para sí el lugar de mayor peligro en el asalto a la fortaleza.
   Cuando falló la toma por sorpresa del Moncada, y desde el hospital civil santiaguero, Abel se dio cuenta, tuvo la seguridad de que no viviría. Entonces se volvió hacia Haydée, y le dijo: “Bueno, aquí nos van matar, pero oigan bien, Fidel es el que no puede morir, Fidel no puede morir”, reiteraba una y otra vez
   Su identificación con el jefe del asalto era plena, hasta tal punto, que horas antes de partir para atacar la fortaleza, Fidel hizo pública ante los futuros combatientes la designación de Abel para que lo sustituyera como jefe del Movimiento, si él moría en la acción.
   Fidel dio muestras en reiteradas ocasiones de sentir gran admiración y respeto el joven revolucionario. Ante la absurda acusación por parte del fiscal durante el juicio por la causa 37, Fidel respondió indignado: “Esa es una calumnia infame; la memoria de Abel Santamaría no la pueden manchar, había que conocerlo. Abel era el más valiente, el más recto; era honesto, no puede pensarse nada deshonroso de su persona; quieren manchar su recuerdo, después que se ensañaron con él (…)”.
    Hoy, cuando se han cumplido los sueños de aquellos jóvenes, se hace más vigente el ejemplo de lealtad y entereza de Abel y su sentencia de que: “Una revolución no se hace en un día (…) ¡Adelante!" tal como respondió poco antes del golpe de estado de Batista. 

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