La carta está dirigida al propio Che, pasándole por encima a la muerte, a esa
muerte a la que tantas veces tuvo que tratar cara a cara, hasta perderle el
respeto, ignorándola, quizás porque sabía que solo hay vida y obra, y no hay
disparo capaz de sepultar la huella de amor que se deja. Llegó hasta sentir
pena de vivir, viendo caer a tanto compañero valioso, entrañable. Su
sensibilidad, esa poética con que escudriñaba cada detalle humano, la llevó a
cargar los recuerdos de cada hermano y con ellos empujar la revolución para
todos.
Una vez dijo Silvio
Rodríguez que “La canción del elegido” la había escrito
realmente Yeyé por la manera en que les contaba a ellos (Noel, Pablo,
Sara,
Vicente…)
los sucesos históricos, el asalto al Moncada, los recuerdos de Frank,
de Abel, como si estuvieran ocurriendo en ese momento, como si ellos estuvieran
aquí. En estas líneas que le escribe al Che, fluye la dimensión del sentido de
su obra, la misma que abrió el camino de Casa de las Américas, Casa fundacional de la
integración latinoamericana. Ayer mismo veía en Telesur
precisamente —que es como un nieto de Casa—, a Mario
Benedetti recordando la importancia de esta institución para el
rescate del arte continental, para que los propios creadores de nuestros
pueblos pudieran reconocerse y saber de sus obras, pues el yugo de los
colonizadores (españoles y yanquis) nos tenían aislados, minimizados, desconocidos.
En su misiva, Haydee se lamenta de que Fidel no la dejara partir a Bolivia. Desde que Ernesto en la Sierra Maestra proyectó su sueño de la revolución continental, se había alistado Yeyé en su guerrilla infinita. Describe también el dolor de todo un pueblo en aquella velada silenciosa en
Sin terminar aun este texto, hace unos minutos, me acaba de llegar un increíble
correo desde
Caracas. Una amiga venezolana, amante de la trova cubana, me dice:
“Revisando casualmente me topé con esto... luego vi que ella saltó a la
eternidad un 28 de Julio, un día como hoy…Va por ella...” Me envía nada menos
que la carta de Haydee al Che, sobre la cual estaba escribiendo. Puede parecer
hasta místico, pero no es siquiera azar es una poética de la que va emergiendo
un ser humano nuevo, acorde a la
América nueva, seres que enfrentan los molinos imperiales,
con sueños comunes, con canciones y poemas comunes, con la historia común que
nos habían ocultado. No es azar, es consecuencia de todo un proceso que va
desde el emprendimiento de Bolívar, a la conceptualización que le da Martí, a
la concreción que le aporta Fidel, y la generalización que le trae Chávez y
todo un continente despertando por fin y echando andar.
Posdata: A propósito de tu correo, Dayana, me corriges, sin saber, una frase inicial errática. Tienes razón, con aquel disparo del 28 de julio de 1980, Haydee Santamaría no se quitó la vida, saltó a la eternidad.
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