viernes, 21 de noviembre de 2014

Haydée: Morir sin una bala en el rifle

 Mirada de quien fue testigo del infierno, dice su hija Celia María. Ojos de sobreviviente, de resucitada dice Cintio Vitier, “ojos (…) agresivos de amor ante la catástrofe inminente de una injusticia intolerable”, y añade “(…) en verdad Haydée era ante todo madre”: Hablaba del Moncada como una madre habla de un parto. Su maternidad expansiva, evoca Silvio.
Todos hablan de sus ojos, de los ojos de la heroína. Todos hablan de orfandad cuando hablan de su muerte, su suicidio. Parece que la intensidad de su espíritu hablaba en sus pupilas, y que fue madre más que de sus hijos, más que de hombres o de mujeres. Parece que se le extraña.
“Haydée, hace falta tu voz”, le dice Fina García-Marruz. Es lógico: la voz de la madre siempre se añora, ella es guía, ve más allá porque es más alta, acoge en brazos tibios ante la confusión o la tristeza, protege con su falda como un ala, y es fuerte porque nos carga.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Haydée, de Fina García-Marruz

Qué viva en el retrato. Qué imposible
que haya huido de ti ya toda vida
y estés en un papel frágil tan viva.
Cómo es que puede tanto lo imposible.

Tu pelo rizadillo, descuidado
siempre un poco, tu blusa americana.
La boca, aún entreabierta a la palabra,
los ojos, aún del crimen alarmados.

Tu voz chillada escucho, malcriada
del dolor, de la patria consentida.
Tu voz tenía cadencia larga

del clarín, que una sola nota aguda
por el héroe muerto en la batalla.
Hace falta tu voz, amiga, hoy muda.


Poema inédito

sábado, 15 de noviembre de 2014

La misteriosa fuerza de la fragilidad


Por: Graziella Pogolotti
Celia María Hart Santamaría nos dejó preciosos testimonios sobre Haydée, su madre, publicados ahora, junto a otras evocaciones, por Ojalá. Las remembranzas íntimas revelan rasgos esenciales de aquella excepcional personalidad. Cuando ya Haydée no estaba entre nosotros, Celia María visitó la cárcel de Guanajay. La minúscula celda, compartida con Melba, tenía un duro y estrecho camastro. Fue un difícil tiempo de silencio, después de los preparativos del Moncada, el combate, los ojos arrancados del más querido entre todos los hermanos y el cuerpo destrozado de Boris, el novio.