Macondo, 28 de julio de
2010
La fecha de tu muerte pasó desapercibida por nuestros medios, busqué, miré y oí, pero varios trabajos en la radio y la prensa, no fueron suficientes ante tu recuerdo. Y no es que tu pueblo te haya olvidado, pero las circunstancias de tu muerte, aún son un prejuicio inentendible para aquellos que no son capaces de comprender la sensibilidad, esos que en aquellos tiempos hubieran prohibido los Beatles, las minifaldas y el movimiento hippie.
Hacen hoy ya 30 años desde aquel doloroso día de
julio, pero tu pueblo, encrucijada, se reunió para rendirte homenaje, y sé que
en la Casa de las Américas tampoco dejaron pasar por alto este día en que te
marchaste para quedarte para siempre.
Siento repugnancia por aquellos que aún evitan estos
temas, que no entienden el dolor en el alma, que no comprendieron que aquel día
de julio de 1953 se murió una parte de tu vida.
Se que fueron años que te calcinaron el pecho poco a poco,
como las balas que los mataron
He descubierto en ti un ejemplo de dureza, pero hasta el
metal más duro es capaz de ablandarse.
Si tus hijos estuvieran, tal vez todo hubiera sido
diferente. Celia nunca dejó que se te olvidara, pero tal parece que con la
muerte de ellos, alguien resolvió romper el compromiso.
Te he visto últimamente en dramatizados de pocos minutos que
aunque resaltan etapas de tu vida, no representan ni mínimamente la grandeza de
tu ser, pero es un buen intento para acercarte al pueblo que te ama, y que sé
que te entiende.
Leer lo que has escrito y lo que se ha escrito sobre ti, no
inspira a nada más que a seguir leyendo, a buscar más, a saberte mas, a haberte
conocido, todo es extremadamente bello, útil y puro, como los girasoles que
tanto amaste.
Te imagino en el malecón habanero, esperando la guerra
atómica, o simplemente pensando como protegerías el legado cultural de América
contra todo intento de nombrarlo, antirrevolucionario.
Ahora nos haces falta, tal vez tu sensibilidad y tu manera
de ver las cosas, no con esa ceguera que algunos niegan, harían que
reconociéramos errores que vamos cometiendo y que a la larga solo destruyen la
confianza.
Me hubiera gustado tanto conocerte, o al menos ser parte de
aquella “retaguardia” artística que acogiste en tu seno y le diste un lugar en
tu Casa, esos que aún hoy a 30 años de tu pérdida se reúnen alrededor del árbol
de la vida a recordarte, a homenajearte.
Hoy solo hablaron de Melba, porque casualmente también es su
cumpleaños, pero nadie quiso mencionarte por ese miedo a reconocer que cuando
decidiste soltar esas cadenas que te ataban al dolor, fuiste tan o más valiente
que aquellos duros momentos del Moncada y la prisión.
Yo espero que algún día la justicia tome tu nombre y la opinión
prejuiciada de algunos sin mentes o “dementes” que no entienden que una bala no
puede terminar el infinito, justo como tú dijiste sobre el Che.
Desde acá, una tierra que como toda Cuba, no se desprende de
tu recuerdo, mi madre y yo nos acordamos este 28 de julio, para ser más
sincera, nos acordamos siempre, y hacemos que los demás recuerden.
Un beso grande desde este vacío que nos dejaste, pero que
para nada es soledad.
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