Por Marilys Suárez Moreno
"Melba es la que
recuerda todas las cosas con mayor exactitud. Yo no recuerdo con precisión las
horas, tal vez ella tampoco ahora, después de tantas cosas y tantos años, pero
antes, cuando nos poníamos a hablar de aquellas horas, a ella le era más fácil
reconocer los hechos en detalles", dijo en cierta ocasión Haydee Santamaría
al evocar pasajes de aquella gesta heroica en la que tanto ella como Melba
Hernández, participaron activamente.
Como las dos únicas mujeres del
grupo de jóvenes que el 26 de Julio de
1953 asaltó el cuartel Moncada, Haydée
pensaba constantemente en los que llevaron a cabo la acción y en Fidel.
"Todas las veces que veo a
Fidel, que hablo con él, que lo escucho en la televisión - diría más adelante
la valerosa revolucionaria cubana -, pienso en los demás muchachos, en todos
los que han muerto y en los que están vivos, y pienso en Fidel, en el Fidel que
conocimos y que actualmente es el mismo. Pienso en la Revolución que nos
llevó al Moncada".
Haydee Santamaría, la otra heroína del
Moncada, junto con Melba Hernández, era de esas mujeres excepcionales, que son
como el alma misma de la patria grande.
Ella no gustaba de hablar mucho ni de conceder
entrevistas. Su vida había quedado rota para siempre cuando en la prisión que
compartió con Melba, supo de las torturas que sufrió su hermano Abel y de la muerte
de éste y de otros compañeros, caídos heroicamente en el asalto a la fortaleza
militar en Santiago
de Cuba.
Con su primo Fito |
Su testimonio, hecho recuerdos y retomo hoy,
nuevamente en conmemoración del aniversario 48 de la épica hazaña, tiene la
valoración de quien, como ella, fue una de las protagonistas del histórico
hecho.
Leyendo la anécdota reflejada por Haydee y
recogida en un escrito suyo, parece como si el tiempo se hubiera detenido en
esas últimas horas pasadas por los combatientes en la casa de Siboney, en Santiago
de Cuba.
Según contaba Yeyé (como la
llamaban todos) allí estaban Melba, Abel, Renato Guitar, Elpidio Sosa y ella.
Cuando a Renato se le ocurrió la idea de hacer un "chilindrón" de pollo.
"Me reí cuando me lo dijo y
empecé a argumentarle que no era un "chilindrón", sino un fricasé,
pero Renato insistía en que así le decían en Vuelta
Abajo", contaría luego Haydee.
Mientras cocinaban y sin
interrumpir la conversación con Melba y Renato, Haydee Santamaría miraba a su
hermano Abel y pensaba en la última vez que estuvieron en su casa del Central,
en Encrucijada (actual
provincia de Villa Clara), cuando fueron a despedirse de los viejos y la
familia.
De sus ojos no se apartaba la
imagen de su hermana Aida, advirtiéndoles cuando fueron a dejar la casa por la
madrugada para regresar a La
Habana , que pusieran cuidado en no despertarle a la niña.
Veía a Abel, quien quiso cargarla
y besarla. Y a ella misma diciéndole a la hermana: "Déjanos, a lo mejor es
la última vez que la vemos". La alarma de Aida en la mirada y Yeyé
tratando de hacer un chiste:
"A lo mejor es en la carretera
donde quedamos. –No seas trágica-me dijo Aida- y nos fuimos"
La cinta
lineal de sus recuerdos se rompió cuando estuvo hecho el "chilindrón de
Renato. Abel no quiso comer entonces. Iba a Santiago a acompañar a un viejo
matrimonio gallego que vivía frente a la casa de Siboney.
"Tal
vez sea el último carnaval que vea, se dijo para sí Yeyé. Pensaba en su casa,
en Melba, que desde hacía siete meses no se apartaba de su lado, en los
muchachos." A esa hora-recordaría luego la Heroína del Moncada - no
se me hubiera ocurrido pensar en la muerte".
Pero
había dos cosas que punzaban con dolor su corazón. "Si todo acaba –se
decía- que quede Fidel, por él se hará la Revolución , y nuestras vidas y nuestros hechos
tendrán una significación".
La otra
cosa que laceraba su mente la víspera del asalto al cuartel Moncada, se le
reveló mucho después, cuando sus muertos quedaron entre la sangre y la tierra
amada, y supo que no los volvería a ver. Entonces sus recuerdos se hicieron más
dolorosos.
No podía
apartar de la memoria a la hermana de luchas y heroína también de aquella
epopeya: Melba tratando siempre de protegerla y ella a su vez, haciendo lo
mismo con Melba.
Entre los
gritos de los que caían bajo las ráfagas de las ametralladoras, entre las
últimas quejas de los que morían, estaba Haydee Santamaría, hecha apoyo para
los suyos y pensando que cualquier cosa era poco y mucho, porque "nadie
sabe cómo un hecho de esta naturaleza va a desarrollarse". Lo que sí sabía
aquella mujer todo corazón que era Yeyé. Era que había ido al Moncada con las
personas que más amaba, y por Cuba, y la revolución.
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