lunes, 26 de agosto de 2013

La otra heroína



"Melba es la que recuerda todas las cosas con mayor exactitud. Yo no recuerdo con precisión las horas, tal vez ella tampoco ahora, después de tantas cosas y tantos años, pero antes, cuando nos poníamos a hablar de aquellas horas, a ella le era más fácil reconocer los hechos en detalles", dijo en cierta ocasión Haydée Santamaría al evocar pasajes de aquella gesta heroica en la que tanto ella como Melba Hernández participaron activamente.
Como las dos únicas mujeres del grupo de jóvenes que el 26 de Julio de 1953 asaltó el cuartel Moncada, Haydée pensaba constantemente en los que llevaron a cabo la acción y en Fidel.



"Todas las veces que veo a Fidel, que hablo con él, que lo escucho en la televisión - diría más adelante la valerosa revolucionaria cubana -, pienso en los demás muchachos, en todos los que han muerto y en los que están vivos, y pienso en Fidel, en el Fidel que conocimos y que actualmente es el mismo. Pienso en la Revolución que nos llevó al Moncada".
Haydée Santamaría, la otra heroína del Moncada, junto con Melba Hernández, era de esas mujeres excepcionales, que son como el alma misma de la patria grande.
Ella no gustaba de hablar mucho ni de conceder entrevistas. Su vida había quedado rota para siempre cuando en la prisión que compartió con Melba, supo de las torturas que sufrió su hermano Abel y de la muerte de este y de otros compañeros, caídos heroicamente en el asalto a la fortaleza militar en Santiago de Cuba.
Su testimonio tiene la valoración de quien, como ella, fue una de las protagonistas del histórico hecho.
Leyendo la anécdota reflejada por Haydée y recogida en un escrito suyo, parece como si el tiempo se hubiera detenido en esas últimas horas pasadas por los combatientes en la casa de Siboney, en Santiago de Cuba.
Según contaba Yeyé (como la llamaban todos) allí estaban Melba, Abel, Renato Guitart, Elpidio Sosa y ella. Cuando a Renato se le ocurrió la idea de hacer un "chilindrón" de pollo.
"Me reí cuando me lo dijo y empecé a argumentarle que no era un chilindrón, sino un fricasé, pero Renato insistía en que así le decían en Vuelta Abajo", contaría luego Haydee.
Mientras cocinaban y sin interrumpir la conversación con Melba y Renato, Haydée Santamaría miraba a su hermano Abel y pensaba en la última vez que estuvieron en su casa del Central, en Encrucijada (actual provincia de Villa Clara), cuando fueron a despedirse de los viejos y la familia.
De sus ojos no se apartaba la imagen de su hermana Aida, advirtiéndoles cuando fueron a dejar la casa por la madrugada para regresar a La Habana, que pusieran cuidado en no despertarle a la niña.
Veía a Abel, quien quiso cargarla y besarla. Y a ella misma diciéndole a la hermana: "Déjanos, a lo mejor es la última vez que la vemos". La alarma de Aida en la mirada y Yeyé tratando de hacer un chiste:
"A lo mejor es en la carretera donde quedamos. –No seas trágica-me dijo Aida- y nos fuimos"
La cinta lineal de sus recuerdos se rompió cuando estuvo hecho el chilindrón de Renato. Abel no quiso comer entonces. Iba a Santiago a acompañar a un viejo matrimonio gallego que vivía frente a la casa de Siboney.
"Tal vez sea el último carnaval que vea, se dijo para sí Yeyé". Pensaba en su casa, en Melba, que desde hacía siete meses no se apartaba de su lado, en los muchachos." A esa hora-recordaría luego la Heroína del Moncada - no se me hubiera ocurrido pensar en la muerte"
Pero había dos cosas que punzaban con dolor su corazón. "Si todo acaba –se decía- que quede Fidel, por él se hará la Revolución, y nuestras vidas y nuestros hechos tendrán un significado".
La otra cosa que laceraba su mente la víspera del asalto al cuartel Moncada, se le reveló mucho después, cuando sus muertos quedaron entre la sangre y la tierra amada, y supo que no los volvería a ver. Entonces sus recuerdos se hicieron más dolorosos.
No podía apartar de la memoria a la hermana de luchas y heroína también de aquella epopeya: Melba tratando siempre de protegerla y ella a su vez, haciendo lo mismo con Melba.
Entre los gritos de los que caían bajo las ráfagas de las ametralladoras, entre las últimas quejas de los que morían, estaba Haydée Santamaría, hecha apoyo para los suyos y pensando que cualquier cosa era poco y mucho, porque "nadie sabe cómo un hecho de esta naturaleza va a desarrollarse". Lo que sí sabía aquella mujer todo corazón que era Yeyé, era que había ido al Moncada con las personas que más amaba, y por Cuba, y la revolución.

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