En la madrugada del 26 de julio de 1953 la doctora
Melba Hernández y Haydée Santamaría caminaban de un lugar a otro. Primero
cociendo galones militares en los uniformes, después planchándolos, luego
riendo y recibiendo a quienes unidos por un mismo ideal ponían al servicio de
la patria su más alta posesión: la vida.
Las mujeres en el Moncada
En la granjita Siboney, a unos 15 kilómetros de la
ciudad de Santiago de Cuba la Generación del Centenario de Martí se alistaba
para desatar la definitiva etapa de la lucha libertaria en esta Isla.
Jóvenes de diferentes estratos sociales bromeaban
mientras aún no sabían si verían el siguiente atardecer. Junto a ellos,
infundiéndoles fuerzas con su ejemplo, estas mujeres acompañaban las últimas
horas del amanecer del domingo de la Santa Ana que cambiaría su silencio por el
sonido de las ametralladoras y el goce de los carnavales santiagueros por la
tortura y la caza vil.
Encarceladas tras los sucesos del 26-7 |
Cuando se dio la orden de salir, de tomar con pocas
armas y muchas ideas al poderoso Moncada ellas no quisieron perderse la acción.
Exigieron una vez más el lugar que por derecho propio se han ganado las mujeres
cubanas al lado de los hombres en la primera fila de combate.
Apoyaron la toma del Hospital Saturnino Lora.
Fracasaron. Los hombres de la tiranía batistiana, con orden de matar a 10
revolucionarios por cada soldado muerto, les fueron encima a los valientes que
decidieron romper la inercia que carcomía la Isla, con igual fuerza fueron por
las mujeres.
Ellas sobrevivieron las torturas y la muerte de los
amigos. Ellas vivieron, como se los pidiera Abel Santamaría, segundo jefe de
las acciones. Haydée, Heroína del Moncada, diría años después:
“En esos momentos en que nada asusta, ni la sangre,
ni las ráfagas de ametralladora, ni el humo, ni la peste a carne quemada, a
carne rota y sucia, ni el olor a sangre caliente, ni el olor a sangre
coagulada, ni la sangre en las manos, ni el quejido del que va a morir. Ni el
silencio aterrador que hay en los ojos de los que han muerto. Ni las bocas
semiabiertas donde parece que hay una palabra que de ser dicha nos va a helar
el alma.
Boris (I), Haydée, Elda Pérez, Melba y Jesús Montané |
“Hay ese momento en que todo puede ser hermoso y
heroico. Ese momento en que la vida por lo mucho que importa y por lo muy
importante que es reta y vence a la muerte. Y una siente cómo las manos se
agarran a un cuerpo herido que no es el cuerpo que amamos, que puede ser el
cuerpo de uno de los que veníamos a combatir; pero es un cuerpo que se
desangra, y una lo levanta y lo arrastra entre las balas y entre los gritos y
entre el humo y la sangre. Y en ese momento una puede arriesgarlo todo por
conservar lo que de verdad importa, que es la pasión que nos trajo al Moncada,
y que tiene sus nombres, que tiene su mirada, que tiene sus manos acogedoras y
fuertes, que tiene su verdad en las palabras, y que puede llamarse Abel,
Renato, Boris, Mario o tener cualquier otro nombre, pero siempre en ese momento
y en los que van a seguir puede llamarse Cuba”.
La Cuba por la que la mujer cubana también fue al Moncada.
En la cárcel para mujeres en Guanajay |
Ante la tumba de Eduardo Chivás |
En el cementerio con compañeros revolucionarios |
Entrevistadas por la periodista Marta Rojas |
Al salir del Reclusorio de Mujeres en Guanajay |
"
Buscando consuelo en los brazos de Fidel |
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