(12 de diciembre de 2012)
Era muy ocurrente y le gustaba bromear, incluso en
los momentos de mayor peligro. Cuentan que a su llegada a Santiago de
Cuba, en vísperas del asalto al Moncada, con dos
maletas llenas de armas como parte de su equipaje, un soldado del
régimen con aires de seductor se ofreció inmediatamente a llevarle las
valijas. Eran estas tan pesadas, que el uniformado pasó trabajo para
trasladarlas. “¿Qué llevas, dinamita?”. Ella le contestó con una
sonrisa: “Libros. Acabo de graduarme y voy a ejercer en Santiago.
Aprovecharé el carnaval para divertirme un poco después de los
estudios. Usted sería un buen compañero para divertirme en el carnaval”.
El soldado sonrió amistoso y le señaló dónde debían encontrarse
después.