Aquellos
días de agonía de mi hermana Kenia, pedí a Dios mil veces que la ayudara a
descansar y no la dejara en ese sufrimiento. El día que murió, habían pasado
exactamente 35 años de la muerte de Haydée, y no sé por qué extraña razón se me
ocurrió pedirle a Yeyé también tal triste ayuda.
Horas
más tarde cerré los ojos de mi hermana para siempre, y murió tranquilamente
entre mis brazos. Otra vez ese extraño misticismo de la vida liga mi familia a
Haydée.